Las misiones católicas han desempeñado un papel muy importante a lo largo de la historia en la propagación del cristianismo y en la interacción entre culturas en diferentes partes del mundo. Desde los primeros esfuerzos misioneros en el siglo I hasta el presente, las misiones católicas han sido agentes de cambio social, religioso y cultural en muchas regiones.
Se establecieron con el propósito de difundir la fe cristiana, pero también sirvieron como centros de enseñanza, atención médica y desarrollo comunitario. En muchos casos, las misiones desempeñaron un papel importante en la integración de comunidades indígenas y en la preservación de sus tradiciones culturales.
La Universidad Marista de la Ciudad de México, como parte de una comunidad internacional, se ha comprometido con una noble misión: acercar a jóvenes estudiantes a comunidades con limitados recursos económicos, educativos y recreativos. De este modo, los estudiantes comparten diversas actividades y servicios con los residentes para fortalecer su perspectiva humanista.
En este año, la Misión Marista se llevó a cabo en la comunidad de Coacoyul, en el Estado de Guerrero. Esta localidad alberga tres capillas que sirven como puntos de encuentro para adultos, jóvenes y niños, proporcionándoles un refugio y un espacio de comunión con lo divino. Los misioneros maristas arribaron a Coacoyul el 23 de marzo y fueron cálidamente recibidos en la Capilla de San Isidro Labrador, donde las madres prepararon un festín con los exquisitos platillos regionales para los misioneros. Posteriormente, los jóvenes fueron distribuidos en diversos hogares que les ofrecieron alojamiento y alimentos durante su estancia.
Llegó el Domingo de Ramos, los misioneros participaron activamente en la peregrinación, asumiendo el rol de discípulos de Jesús y acompañando a la comunidad en la procesión, entonando cánticos y oraciones.
El lunes, se organizaron en tres grupos de trabajo que se desempeñaron en las capillas de San Isidro Labrador, San José de los Almendros y Los Milagros, interactuando con niños, adolescentes, jóvenes y adultos de las distintas comunidades. Se llevaron a cabo diversas actividades, como: dibujo, manualidades, juegos, concursos y charlas sobre salud mental y superación personal para fomentar la convivencia familiar y comunitaria.
Por otra parte, los misioneros de la Universidad Marista visitaron los hogares ofreciendo oraciones y esparciendo agua bendita para solicitar la bendición divina sobre las familias residentes. En ocasiones especiales, como la unción de los enfermos y la administración de los santos óleos, el Padre Paul Amanakou lideraba estas ceremonias.
El Jueves Santo, el Padre Paul, junto con los misioneros y la comunidad, celebraron la misa del lavatorio de pies y la última cena de Jesucristo con sus discípulos en las diversas capillas locales.
La conmemoración del Viernes Santo incluyó tradiciones arraigadas, como el vía crucis, seguido de una procesión por las calles de Coacoyul, visitando las 14 estaciones de la pasión de Jesucristo y concluyendo con la celebración eucarística en la Capilla de Los Milagros. Al caer la noche, una procesión en silencio recorrió las calles en lo que se conoce como “la marcha del silencio”.
El Sábado Santo se celebró la misa del fuego nuevo, conmemorando la resurrección de Jesús, donde una fogata encendió el cirio que iluminará la capilla durante el año, además de bendecir el agua que los asistentes llevaron consigo a casa. El domingo marcó el cierre de la misión para los jóvenes y docentes de la Universidad Marista, quienes se reunieron en la Capilla de San Isidro Labrador, donde recibieron un diploma de reconocimiento del Sacerdote de la comunidad. Con la llegada del autobús, entre lágrimas y sonrisas, cada misionero ocupó su asiento, prometiendo regresar.
Vivir esta experiencia proporciona un acercamiento único a la labor humanitaria y permite interactuar con individuos poseedores de nobles sentimientos, amabilidad y un fuerte deseo de ayudar a los demás. Agradecemos sinceramente a los misioneros por su dedicación y a toda la comunidad de Coacoyul, Guerrero, por abrir sus hogares y corazones para recibir a nuestros orgullosos jóvenes de la Universidad Marista. Con gran satisfacción, convertimos a esta comunidad en un territorio de misión para nuestra institución.
Luis Enrique Guzmán Castro
Content Manager UMA