Mi profesor del Área I de la preparatoria, el Act. Jesús Fernando Menéndez, fue mi primer contacto actuario en mi vida y fue él quien me convenció de que la Universidad Marista era la mejor opción para mí. Chucho también sería mi maestro en la UMA, diferente a la preparatoria, mi calificación no fue la más alta ni con él ni en otras clases, así fue como aprendí que en Actuaría tendría que resistir a la frustración de reprobar exámenes, lo mismo sucedía con algunos compañeros, ya no éramos los mejores en matemáticas.
La Universidad Marista me enseñó lecciones de vida, me puso en mi camino nuevos amigos, contados son algunos que llevo en el corazón y recuerdo con mucho cariño porque también descubrí las pérdidas cercanas. La UMA reforzó mis valores y me llevó a lugares (físicos y mentales) donde nunca imaginé estar. Me involucró en acciones sociales que me hicieron valorar lo que tenía y compartirlo, lo recuerdo como una manera de trascender.
Es invaluable los conocimientos que nos transfirieron nuestros profesores. Mi respeto y admiración absoluto para cada uno de ellos. Algunos siguen en mi camino guiándome profesionalmente y siendo un ejemplo de vida.
Las clases de Humanística complementaban y balanceaban nuestro programa actuarial, dejaron huella en mí. Nunca olvidaré mi ensayo sobre la película “El Violín Rojo”, aún lo guardo, finalmente pude ser precisa con mis pensamientos o la visita que un día tuvimos a la Capilla del convento de las Capuchinas Sacramentarias, obra del Arq. Luis Barragán, impecable y reconfortante.
Me considero afortunada y bendecida de haber estudiado en la Universidad Marista, dudo mucho que hubiera aprendido tanto profesional y personalmente en otro colegio. Soy orgullosa ex alumna Marista, somos comunidad y es esto notorio fuera de la Universidad, la energía atrae. Ser para Servir.
Anayelli Montagner Miranda
Universidad Marista, CDMX
Segunda generación de la Licenciatura en Actuaría
Agosto 1999 – Diciembre 2003