Conocí la lucha olímpica en la preparatoria, hace más de 13 años, una actividad que me apasiono y me enamoró por completo desde el primer día. Lleve de la mano la lucha a nivel competitivo y mi formación académica logrando buenos resultados y compitiendo por un lugar importante en la representatividad nacional de la categoría en la que luchaba. Para cuando terminé la prepa, elegí profesionalizarme en el entrenamiento deportivo de las luchas asociadas en la ENED y desde ahí mi formación académica siempre había estado ligada al deporte.
Continué con una Maestría en Ciencias del Deporte, y por azares del destino, me convertí en docente de la institución donde me formé, lo que años después me hizo plantearme la necesidad de estudiar un posgrado en Educación, fue así como llegue a esta casa de estudios, y hoy, en la recta final de mi Doctorado en Universidad Marista, sigo afirmando que el estudio y el deporte pueden ir de la mano.
Recientemente en marzo de este año, tuve el honor de representar a la UMA en las Ligas Universitarias organizadas por la UNAM, un circuito de cuatro torneos a lo largo de seis meses que invita a todas las universidades del país. Este año logré participar en tres de los cuatro torneos y obtuve el campeonato en la categoría 63 kg estilo grecorromano al sumar el mejor ranking.
La lucha universitaria: un deporte que merece ser conocido
Las luchas asociadas, también conocida como lucha olímpica, es una de las disciplinas más antiguas de los Juegos Olímpicos, se conforma del estilo libre varonil, libre femenil y grecorromano y se compite por categorías de pesos, los combates de dos periodos de tres minutos, se compite de manera individual por categorías de peso en combates que duran dos periodos de tres minutos y el objetivo es controlar al oponente mediante técnicas de agarre, proyecciones y volteos hasta lograr la victoria por puntos o por toque (cuando ambos omóplatos del rival tocan el suelo).
A diferencia de lo que muchos piensan, la lucha no es un deporte violento, sino altamente estratégico y muy demandante físicamente. Además de desarrollar las manifestaciones de la fuerza, velocidad, coordinación y resistencia, también fomenta valores como la disciplina, la paciencia, el respeto, entre muchos otros. Es un deporte que desafía tanto el cuerpo como la mente y que, sin duda, debería tener mayor visibilidad en la comunidad universitaria pero que a nivel nacional sigue siendo poco conocida y promovida.
El puente entre el deporte y la educación
Uno de los mitos más grandes en la vida académica es que el alto rendimiento deportivo está reñido con la excelencia educativa. Mi experiencia demuestra lo contrario. En estos años he aprendido que, con organización y disciplina, es posible alcanzar un alto nivel en ambas áreas.
Universidad Marista promueve una cultura que valore el deporte como una herramienta de formación personal y profesional. No se trata solo de ganar medallas, sino de entender que el deporte enseña habilidades que son clave en cualquier ámbito: resistencia al fracaso, manejo de la presión, toma de decisiones bajo estrés y trabajo en equipo.
Por ello, quiero invitar a toda la comunidad universitaria a integrar el deporte en su vida, ya sea a través de los espacios que ya existen o promoviendo nuevos programas en disciplinas menos exploradas. La lucha es solo un ejemplo, pero cualquier deporte puede aportar beneficios inmensos en la formación de los estudiantes.
Come he mencionado, toda mi trayectoria profesional ha estado ligada al deporte, por lo que llegar a la UMA representó un reto fuera de mi zona de confort, pero esto me ha permitido complementar mi formación con la filosofía marista, ver el deporte desde una perspectiva más humana, más enfocada en la enseñanza y en el impacto social que puede generar.
Ostentar un posgrado, cualquiera que este sea, no es solo un título académico en la pared o un prefijo en el nombre, es un compromiso con la sociedad, con la educación y con el conocimiento. Hoy me siento preparado para asumir esa responsabilidad, llevando conmigo no solo los valores de la academia, sino también los del deporte.
Por todo esto, un agradecimiento a la UMA. Gracias por demostrar que la formación no solo ocurre en las aulas, sino también en el esfuerzo, en la competencia y en la pasión por lo que hacemos. A los estudiantes que están por iniciar su camino, les dejo este mensaje: no tengan miedo de combinar sus pasiones, de explorar nuevos horizontes y de desafiar los límites de lo que creen posible. El verdadero crecimiento ocurre cuando nos atrevemos a luchar, ya sea en el deporte o en la vida misma.
Este año será la última vez que compita en las Ligas Universitarias, pues mi etapa como estudiante está por terminar. Sin embargo, lo que esta experiencia me dejó seguirá conmigo siempre: la certeza de que la lucha y la ciencia no están peleadas, y que ambas las voy a llevar conmigo a todos lados. “Ser para servir”