El despertar de la fe en San Marcelino Champagnat
Marcelino Champagnat nació el 20 de mayo de 1789 en Marlhes, un pequeño pueblo en las montañas del Centro-Este de Francia. Fue el noveno hijo de una familia profundamente arraigada en los valores cristianos. Su madre, María Teresa, y su tía, que tenía una gran devoción a la Virgen María, jugaron un papel crucial en su crianza. Su padre, Juan Bautista, además de trabajar en el campo y el comercio, estaba involucrado en la política regional, lo que posteriormente benefició a Marcelino al proporcionarle una visión amplia del mundo. Desde joven, Marcelino mostró facilidad para los trabajos manuales, proactividad y un gran interés por el conocimiento.
Aunque no asistió a la escuela y no sabía leer ni escribir, a los catorce años un sacerdote que pasaba por su casa lo animó a ingresar al seminario, reconociendo en él una vocación divina. Marcelino aceptó el desafío y, a pesar de las dificultades iniciales y de haber suspendido su primer curso, perseveró en sus estudios. Con el tiempo, ingresó al seminario mayor de Lyon, donde conoció a compañeros con los que comenzó a gestar la idea de formar una congregación dedicada a la enseñanza y la catequesis de los niños.
San Champagnat como líder social
Años después, Marcelino fue ordenado sacerdote y destinado a La Valla, un pequeño y olvidado pueblo en los montes de Pilat. Al llegar, se encontró con una comunidad carente de fe y educación. Decidido a cambiar esta situación, Marcelino se dedicó a conocer a la gente y a ganarse su confianza, volviéndose cercano a ellos.
Una experiencia particularmente dolorosa marcó su vida. Un día, fue llamado para atender a un joven de 17 años, Juan Bautista Montagne, que nunca había ido a la iglesia ni escuchado hablar de Dios. Marcelino le dio una breve catequesis y confesión antes de su inevitable muerte. Este acontecimiento reforzó en Marcelino la necesidad de crear el “Instituto de los Hermanitos de María”, también conocido como la “Congregación de los Hermanos Maristas”, con el objetivo de proporcionar educación cristiana a los jóvenes desfavorecidos.
¿Qué podemos aprender de San Champagnat?
El liderazgo y la labor social de Marcelino Champagnat dieron sus frutos. Pronto comenzaron a llegar peticiones de maestros de religión para las parroquias, lo que permitió una rápida expansión de su congregación. Marcelino siempre se guió por los siguientes principios:
- Compromiso: Proveer educación a niños y jóvenes menos afortunados, entendiendo la educación como un medio para transformar la sociedad.
- Visión: La educación impartida por los Hermanos Maristas busca ir más allá de lo básico, abarcando aspectos sociales, emocionales y espirituales.
- Valores sólidos: La compasión y la solidaridad son fundamentales en la toma de decisiones y acciones, siempre buscando el bienestar de la comunidad.
- Legado: Su impacto ha perdurado hasta la actualidad. Su beatificación ha inspirado a colaboradores y estudiantes a promover el desarrollo humano integral y contribuir al bien común.
Aplicación de la filosofía de San Marcelino Champagnat en el entorno laboral y empresarial
La filosofía de San Marcelino Champagnat puede aplicarse en diversos ámbitos laborales y empresariales para fomentar un ambiente donde se valore el aprendizaje continuo y se ofrezcan oportunidades de crecimiento. Al igual que Marcelino veía la educación como un medio para el desarrollo integral, las empresas pueden adoptar un enfoque holístico hacia el bienestar de sus empleados, abarcando no solo lo profesional, sino también lo emocional y social.Esto puede reflejarse en prácticas justas y equitativas, y en un compromiso genuino con la comunidad.
Inspirarse en el ejemplo de Marcelino para fomentar un liderazgo que priorice el servicio a los demás. Los líderes pueden enfocarse en el desarrollo y bienestar de sus equipos, promoviendo una cultura de apoyo y cooperación.
Ángeles Fernanda Pérez Osorio
Abril Lumbreras Sotomayor
Sergio Iván Martínez Martínez
Alumnos de 4to semestre de la Maestría en Administración y Consultoría